Discurso del Sr. José Vesprini el 3 de Junio 1949 - Villa Regina
A LOS
HABITANTES DE COLONIA REGINA
COMO RECUERDO
Discurso pronunciado en Villa Regina por el Sr. José
Vesprini el 3 de Junio 1949 en ocasión del homenaje a la memoria del Ing. Cesar
Cipolletti y de la visita del Ing. Felipe Bonoli fundador de la Colonia.
Distribuido por el Círculo Italiano de Villa Regina
La Comisión
Organizadora de los actos que hoy celebramos me ha conferido la grata y honrosa
misión de ofrecer a ustedes esta modesta cena. No hemos podido darle el brillo
que hubiéramos deseado para que estuviera en concordancia con la selecta
concurrencia que rodea estas mesas, pues ella se sirve en una dependencia de un
local en construcción, y por ello les pido disculpas, confiando en que
igualmente les resultará grata nuestra sencilla recepción.
Ofrecemos de
todo corazón lo poco que está a nuestro alcance, tratando de retribuir en parte
la gentileza que tan altas autoridades argentinas, italianas y sus respectivas
comitivas han tenido para con los pobladores de Villa Regina, acompañándonos al
homenaje que es pueblo, en la medida de sus fuerzas, ha querido tributar al
insigne hombre de ciencia que fue el ingeniero don Cesar Cipolletti, cuyas
referencias biográficas fueron expuestas por el señor Presidente de la Comisión
de Homenaje en el momento de descubrir el monumento a su memoria.
Antes de
proseguir, pido se me perdone errores, si mis frases carecen de literatura,
pues mi escasa instrucción no me permite otra cosa. Quien les habla no es más
que un agricultor auténtico, italiano, cuyo mayor orgullo, cuya mayor fortuna
es la de ser padre de ocho argentinos. Hecha esta aclaración, proseguiré,
tratando de ser lo más breve posible. Todos los oradores que hicieron uso de la
palabra en los distintos actos de la jornada, lo han hecho poniendo de relieve
en forma clara, la vasta obra que el gran hidrólogo y visionario Cipolleti
proyectó y realizó en diferentes zonas del país, trayendo como consecuencia un
progreso cuyos grandes beneficios son desde todo punto innegables. Para
concretarse en hechos tan grandiosos planes, para que su obra se convirtiera en
una realidad tangible, debían sé forzosamente encontrar ejecutores de su pensamiento, hombres de talento y verdadera
iniciativa. Caso contrario, no habría sido factible celebrar los actos que en
el día de ayer en Cipolletti y hoy en Villa Regina, se celebran.
Yo me voy a
limitar a destacar en ese sentido una personalidad en el local. Hace 25 años
apenas, Colonia Regina pertenecía aún al resto del desierto patagónico, hoy
anexada al más grande progreso agrícola e industrial de la Nación.
Pues bien,
señores; hubo un hombre, el mismo que hoy nos honra con su presencia, que
conocía los estudios y los planes del Ingeniero Cipolletti, sabía que en el
valle superior del Río Negro ya corrían las aguas por los canales proyectados y
construidos; que había tierra fértil y sedienta, ansiosa de que los hombres se
decidiesen a fecundarla con su trabajo y tornarla fructífera. Con ese sublime
pensamiento, un hombre estudioso lanzó la iniciativa de reunir capitales para
la colonización de esta tierra, interesando a autoridades italianas y
argentinas, dando así origen a la constitución de la Compañía Italo Argentina
de Colonización. He mencionado al Ingeniero Felipe Bonoli.
Desde ese
instante ocupa la gerencia de la novel Compañía, toma a su cargo el estudio
integral de la colonización en las distintas fases: técnicas, financieras, sociales,
etc., y da comienzo a su obra. Pero, como el refrán dice: “Que no hay rosas sin
espinas”, también el rosedal de Colonia Regina estuvo totalmente cubierto de
espinas. Varios fueron los factores que influyeron para que toda la larga etapa
de su existencia, hasta hace poco tiempo, fuese llena de dificultades e
incertidumbres. Quizá un exceso de entusiasmo para la realización de la obra,
por una parte, o bien las adversidades del tiempo, por otra parte, y más que
nada la larga resistencia del desierto para entregarse a la voluntad del
hombre; todo ello junto, contribuyeron a que en un momento dado estuviese a
punto de fracasar la colonización. Desde ese momento surgió la lucha entre los
colonos y la Compañía Italo Argentina de Colonización. De esta lucha todos
soportamos infinitas horas de amargura.
La situación
del Ingeniero Bonoli al frente de la Compañía se tornó difícil. Se necesita
dinero para continuar; no se podía dar Balances para entusiasmar a capitales y
Bancos para que siguiesen aportando y reforzando las finanzas de la Compañía, a
fin de llevar a feliz término la obra emprendida.
Los colonos desconformes, y justificada su disconformidad, pues la tierra aun no producía, debiendo en cambio hacer frente a los pagos de las primeras cuotas, y por otra para la crisis agrícola económica de los años 30 en adelante se hizo sentir en forma tal de provocar un verdadero pánico en la colonización. Aumenta la tirantez entre los colonos y la Compañía y huyen varias familias, abandonando sus trabajos; cunde la desconfianza. Se reorganiza la administración de la Compañía y cae la primera víctima: el Ingeniero Bonoli.
Nosotros, los
agricultores organizados, fuimos sus principales adversarios, pero no por
desconocer la buena iniciativa, ni tampoco por razones de carácter personal,
sino que por intereses completamente inconciliable, ya que mientras uno
defendía el capital que era necesario para dar término a la obra en marcha,
nosotros defendíamos nuestro trabajo, es decir las gotas de sudor y las
lágrimas que fueron las primeras en humedecer el desierto.
En ningún
momento esa lucha enconada nos llevó al punto de hacernos desconocer el mérito
de la gran idea.
Hoy, después
de 25 años de lucha intensa, felizmente todo ha sido solucionado; Colonia
Regina, con su pueblo, se enorgullece de su origen, de su adelanto y progreso.
Nosotros, los primeros pobladores de Colonia Regina, por encima de toda
discrepancia circunstancial, no hemos olvidado la figura de su primer gestor y
propulsor, y como queriendo cerrar lo que podría llamarse el primer capítulo de
la historia de Colonia Regina, la Federación Agraria Argentina, la Cooperativa
“La Reginense” y el Club Juventud Agraria “Juan Chassaing”, por mi intermedio
formulan públicamente este pedido a las autoridades comunales de Villa Regina
que en mérito a sus afanes, a sus desvelos, a sus largas jornadas de trabajo y
sacrificio para que la Colonia Regina y su pueblo se convirtiesen en realidad,
como él lo soñara, y para perpetuar su recuerdo, se designe un barrio de este
pueblo con el nombre de su abnegado fundador Ingeniero Felipe Bonoli.
Con el
espíritu y el pensamiento fijo en que se haga justicia hacia el hombre que se
hizo ampliamente acreedor al reconociendo de este pueblo, sugerimos que el
barrio a llevar su nombre sea el que actualmente llamamos “Barrio Muner”,
frente al puente del Salado y al lado mismo del lugar donde el Ingeniero Bonoli
tuvo su puesto de trabajo, entendiéndose así que además de recordarse su
nombre, se recordaría también un lugar tan íntimamente ligado a su actuación
entre nosotros.
Señores y
Señoras, he de continuar con unas palabra más, a pedido de la colectividad
italiana que desde los albores de esta colonización viene sumando esfuerzo tras
esfuerzo para un mayor progreso material, social y cultural del pueblo de Villa
Regina. Actualmente hallase empeñada en la construcción de una amplia sede
social a tono con el progreso alcanzado por el pueblo reginense en todos sus
aspectos. Es para la juventud, para nuestros hijos, a quien va dedicada esta
obra; es para que en ella disfruten de momentos de ocio, de distracción sana en
un lugar cómodo y confortable.
En esta empresa nos lleva por encima de todo el propósito de retener nuestra juventud, esa juventud campesina para quien muchas veces el falso relumbrón de las grandes ciudades obra a modo de imán poderoso, absorbiendo cada vez en mayor grado esas reservas morales y materiales de la Patria. De no ser así, sería un grave problema social para el futuro, en el cual nuestros hijos serían los primeros perjudicados. Por ello deberemos aunar esfuerzos para evitarlos, y pensamos que la mejor forma es ofrecerles el mínimo de vida agradable a que tienen derecho también loa habitantes que por razones de trabajo o por razones de residencia, están alejados de los grandes centros poblados.
Teniendo en
cuenta esta situación, la colectividad italiana, con un generoso
desprendimiento de energía, de tiempo y de peculio, construye esta casa que,
aunque lleve por nombre “Círculo Italiano”, de “Círculo” no tiene nada, pues
sus puertas han estado siempre y estarán siempre abiertas a todos los vecinos,
sin distinción de credos políticos, religiosos o de nacionalidad. Para ser socio sólo se exige que sea una persona
laboriosa y de moral intachable y que en todos sus actos honre la tierra que lo
hospeda o la tierra que lo vio nacer. De italiano sólo tienen su origen,
despojado de todo egoísmo moral y material. Me complazco en hacer estas
afirmaciones teniendo como testigo al Cónsul General de Italia en la Argentina,
señor Guido Stampa. El país entero conoce la nobleza de nuestros gestos en
nuestra tierra hospitalaria y generosa y todo cuanto los italianos han sabido
dar por el progreso de su patria de adopción. No es desconocida nuestra forma y
nuestra norma de proceder en esta tierra, a la que Italia envió siempre el
inestimable aporte de sus hombres de trabajo. Cuando los argentinos quisieron
que sus pampas fuesen cruzadas por el riel en reemplazo de las viejas huellas
carreteras y que por encima del mismo recorriesen las distancias los vagones
arrastrados por potentes locomotoras, en sustitución de las antiguas carretas.
Ningún
argentino ignora dónde los Gobiernos de aquellas épocas tuvieron que acudir en
busca de esos elementos y hasta qué punto tuvieron que sacrificar los intereses
de la Nación para obtenerlos. Lo mismo ocurrió con la construcción de los
grandes puertos y dotaciones de servicios públicos de las grandes ciudades.
Todo esto, además de significar desventaja económica, significaba también,
humillación para el pueblo argentino hasta que ese gran argentino que para bien
de la Patria preside hoy sus destinos animado del más hondo fervor patriótico
acometió la magna empresa de rescatarlo todo para felicidad de su pueblo.
Pero, señores,
para la construcción de los ferrocarriles, de los puertos y de otros servicios,
no fue suficiente adquirir el hierro, el carbón, las manufacturas, etc., ya que
hacía falta también material humano. Este fue suministrado en mayor proporción
por nuestra querida Italia, sin condiciones humillantes para nadie. Y ese
material humano no hubo necesidad de rescatarlo para formar parte del
patrimonio nacional, pues conforme llegaba a esta tierra, solo y en forma
espontánea se entregaba a los brazos de los argentinos, confundiéndose y hermanándose,
disimulando de su dicha y sufrimiento sus pesares. Estos vínculos de
fraternidad indestructibles nos hacen pensar que nuestra obra ha de seguir
adelante, sin entorpecimientos, con el beneplácito de todos y que mediante el
apoyo moral y material de autoridades y pueblo el “Círculo Italiano” de Villa
Regina abrirá pronto su nueve sede, ofreciendo su casa a todas las
instituciones y vecinos que tengan el deseo de labrar la grandeza de esta
generosa y noble Nación.
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