Antonio Oneto, pionero italiano en la Patagonia - Por María Bernardita Bordón

Cuando en el siglo XIX las tierras de la Patagonia meridional se encontraban casi deshabitadas, animarse a la idea de establecerse en ellas, era sólo para hombres con inmenso coraje y espíritu de sacrificio. Así, las páginas de la historia regional nos hablan de la presencia de “valientes personajes”, entre quienes no sólo se destacaron grandes patriotas como Luis Piedra Buena sino también numerosos extranjeros, quienes con su obra hicieron un gran aporte a la colonización regional. Este es el caso del italiano Antonio Oneto, primer Comisario para la colonización galesa en Chubut y fundador de Puerto Deseado.

El primer día del mes de abril de 1826 nace Antonio Oneto en la pintoresca ciudad italiana de Chiavari. Descendiente de una familia de navegantes, tuvo siempre una profunda pasión por el mar, obteniendo su diploma de capitán de ultramar en el Real Colegio de Marina de Génova.

Sus primeros viajes los realiza en el buque Giovannina, de propiedad de su suegro, en el que recorre los lugares más remotos, como China, Australia, Japón, México... alimentado por su anhelo de establecer intercambios entre las naciones. Así, en 1868, llega a Buenos Aires, desconociendo que el pisar estos suelos cambiaría su vida para siempre. Al ver el ancho Río de la Plata, sueña con crear una flota que uniera los puertos argentinos con los de su tierra natal y a fin concretar su meta se establece, con su esposa y su única hija, en Argentina. Y aún cuando su proyecto de la compañía Italo – Argentina fracasa por problemas económicos, Oneto no abandona nuestro país, comprometiéndose con una misión mucho más compleja a la que accede con el mismo entusiasmo con el que emprendió cada labor en su vida.

La nueva tarea como Comisario para la colonización galesa en Chubut lo obligó a trasladarse a la región a la que tanto amaría y a la que le dedicaría los últimos años de su vida: la Patagonia. Desde su cargo, para el que fue encomendado por el Presidente Nicolás Avellaneda, trabajó incansablemente por la definitiva integración de los colonos galeses, propósito que alcanzó con éxito a través, por ejemplo, de la creación de la primera escuela elemental de Chubut.

Transcurría el año 1882 cuando se le encarga realizar un estudio de la ría del Puerto Deseado, descubriendo, de esta forma, un lugar que despertará en él una fuerte atracción, quizás por recordarle su ciudad natal al poseer un bellísimo paisaje protagonizado por un maravilloso puerto de aguas cristalinas.

Tampoco debe olvidarse la importante labor que realizó con los aborígenes naturales del lugar, estableciendo con ellos una estrecha relación mediante el intercambio de productos y de la enseñanza de distintas labores, con lo que procuró colaborar a elevar su nivel de vida.

Pero la inconmensurable obra de Oneto por la región patagónica no culminaría allí. Luego de participar de una exploración a tierras más australes y de defender los intereses argentinos integrando una Comisión de Estudios de Límites entre Chile y Argentina, se atrevió a hacer realidad el último gran sueño de su vida.

Aquella fascinación lo llevó a arriesgarse a trazar otro gran proyecto, sin que el cansancio de tantos años de arduo trabajo pudieran detenerlo. Soñó, entonces, con fundar una próspera colonia sobre la margen de la ría y trabajó, con el mismo empeño de siempre, por realizarlo.

Así, como corolario antes de su muerte, logra concretar su último gran anhelo, fundando el 15 de junio de 1884 la localidad de Puerto Deseado. Conduce hasta allí a veinticinco familias que tendrán la oportunidad de prosperar en este suelo patagónico, con un gran número de ganado que pedió al Gobierno Nacional y que luego distribuyó con criterio.

Lamentablemente, Oneto no podrá ver crecer la colonia; el frío intenso lo sorprenderá al año siguiente muriendo víctima de una fuerte pulmonía. Pero, sin embargo, su obra no cesará, porque a pesar de las vicisitudes a las que debió enfrentarse, Puerto Deseado logró transformarse en una próspera ciudad cuyos pobladores, aún hoy, recuerdan con gratitud a uno de los grandes pioneros de la Patagonia, que hace más de un siglo se animó a plantar la primera semilla.

Fuente: Web de la Pontificia Universidad Católica Argentina - Santa María de los Buenos Aires.

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