ITALIANOS EN LA PATAGONIA - Por Juan del Sur (Nota II)

Manifestamos en la primera de estas notas que sería incontable reseñar la actuación de italianos en la Patagonia, porque son tantas y tan cuantiosas sus tareas en todos los órdenes de la humana actividad, que nos llevaría a una nómina interminable. Por eso hemos espigado a través de los tiempos, tomando este italiano que sobresalió en tal época de la exploración austral, o este otro que fue ardoroso misionero de la fe, o aquel que ayudó a construir pueblos y a amansar el desierto áspero y escasamente hóspito. La misma razón que nos indujo a un juicio selectivo de italianos por su obra y trascendencia, nos lleva a limitar la extensión y continuidad de estas recordaciones, porque prolongarlas sería caer en la tentación de tomar otros nombres y otros y otros, pues así es de numerosa y fecunda la presencia itálica en el sur, desde Pigafetta hasta el "gringo" recién venido, quizá atraído por el incremento de la explotación petrolera en el llamado "flanco sur", donde al pasar nos endulzaron el oído las melodías de alguna canzoneta que iba envuelta en la acústica del viento.

La presente es la penúltima nota que hemos preparado, relación que culminará en la próxima edición de febrero, dejando expresa constancia una vez más que no ha sido el propósito negar ni desconocer los méritos de los que omitimos mencionar, sino que nos ocupamos de aquellos que a nuestro modo de apreciar la historia y la vida austral, tuvieron actuaciones destacadas y produjeron consecuencias sobresalientes y provechosas. Si hay omisiones, atribúyanse a desconocimiento, no a mala voluntad.


ALEJANDRO MALASPINA

Una parte de esa pampa que declina hacia el Atlántico poco antes de llegar a Comodoro Rivadavia por el norte, se llama de Malaspina. El nombre recuerda al caballero don Alejandro Malaspina, marqués, brigadier de la Real Marina Española, italiano de Palermo, que produjo la más extraordinaria labor cartográfica de su tiempo y quedó signado su paso por las costas patagónicas con importantes trabajos hidrográficos y estudios sobre flora y fauna costera, pues su expedición la integraron personas especializadas en varias disciplinas, como Antonio Pineda, en historia natural; el botánico Luís Née; disecador José Guío y otros.

Era Malaspina un gallardo caballero de ardoroso espíritu combatiente y refinada cultura mundana. Por su carácter andariego y luchador se incorporó a la marina hispánica, en la que desarrolló labor sobresaliente. En sus antecedentes figura heroico comportamiento en el combate de Santa María y otras contiendas navales; realizó brillante campaña en Filipinas y al comando de la fragata "Astrea" dio la vuelta al mundo pasando por el Cabo de Hornos. Después de esta hazaña, las autoridades españolas le dieron el mando de la expedición de las corbetas "Descubierta" y "Atrevida", despachadas para practicar trabajos marinos, reconocimiento costero de sus posesiones ultramarinas, relevamientos hidrográficos, estudios de la fauna y la flora de las costas americanas y, finalmente, proporcionar al rey un informe del estado político de la América Española.

La simple enunciación de la consigna indica la confianza dispensada a Malaspina, que desde el 30 de junio de 1789 hasta el 21 de setiembre de 1794, con las dos corbetas aludidas, recorrió las costas americanas, tocó las Malvinas, levantó cartas en Filipinas, Galápagos, Maria¬nas, etc. En las costas patagónicas fue particularmente minuciosa y completa la tarea realizada.

Al retornar a España se vio envuelto en una intriga palaciega, siendo encerrado en una celda por espacio de dos años, sin permitirle publicar sus trabajos. En 1803 fue desterrado a Milán y allí murió en 1809.
Pero la tarea ciclópea realizada, no se perdió. Gente responsable y valerosa salvó los apuntes y datos, que una vez ordenados y publicados ofrecieron a los marinos de todas las nacionalidades, exactos derroteros en las remotas costas australes de América.


GIÁCOMO BOVE

Débese en buena parte a este marino y explorador italiano el conocimiento de las posibilidades humanas que ofrecían Tierra del Fuego e islas del Estado, hacia 1880, épocas en que aún esas regiones poco o nada habían sido exploradas con criterio científico.

Giácomo Bove era un teniente de la marina peninsular nacido en Maranzana (Asti), el 23 de agosto, de 1852, graduándose en la Academia Naval de Nápoles. En 1878 ganó singular nombradía y reputación científica al participar en la travesía del Ártico por el "Vega", con el doctor Nordenskjold, el mismo que años más tarde se vería en se¬rios aprietos en su viaje al Polo Sur y que fuera salvado, con sus compañeros, por la corbeta argentina "Uruguay”.




Faro de San Juan del Salvamento, en la Isla de los Estados instalado en el último cuarto del siglo XIX como consecuencia de las exploraciones e informes de Giácomo Bove.



En el año 1881 se ofreció Bove a nuestra Sociedad Científica, presidida, por Estanislao Zeballos, para realizar una esclarecedora labor exploratoria, que comprendería trabajos hidrográficos, zoológicos, botánicos, topográficos, en el extremo meridional del país, territorio que sin conocer casi y sin ocupar nos disputábamos diplomáticamente con Chile. La Sociedad Científica advirtió la importancia del ofrecimiento e interesó al gobierno para que auspiciara el viaje, siendo así que la goleta "Cabo de Hornos" al mando del más marino de los capitanes, Luís Piedrabuena, fue acondicionada para transportar la expedición. La integraron diversas personas, capaces y valientes, expertas en las diversas disciplinas requeridas para los trabajos a cumplir.  

El 17 de diciembre de 1881 partió la expedición; reconoció parte de la costa patagónica, Tierra del Fuego e islas de los Estados, regresando a Buenos Aires el 1º de setiembre de 1882. Además de la "Cabo de Hornos", en Punta Arenas fue alquilada la goleta "San José" para excursionar por el canal de Beagle, siendo destrozada por un temporal contra los acantilados, sin que hubiera víctimas humanas.

El 31 de enero de 1884 Bove emprendió una segunda expedición, por decisión de la Sociedad Científica, con el pequeño pailebot "Rescue" arrendado en Punta Arenas. Esta vez se concretó al territorio fueguino. En el grupo iba una valerosa dama, la esposa de Bove. Recorrieron valles, bosques y montañas. Determinaron los límites geográficos con Chile y proporcionaron un estudio muy amplio sobre la naturaleza del terreno y sus aptitudes y otras valiosas observaciones sobre clima, etnología y antropología. La expedición dejó sus rastros en numerosos topónimos, como los montes Irigoyen, por el ministro Bernardo de Irigoyen que poco antes había suscripto el pacto con Chile; Zeballos, por el presidente de la Sociedad Científica; Bove, por el jefe de la expedición, bautismo que partió del argentino Juan M. Noguera, que integraba el grupo en representación de nuestra Armada.

Trágico final sufrió Giácomo Bove. Siempre intrépido y andariego, realizó una expedición al África, y de regreso a su patria dejó la marina para entregarse a la actividad de empresario naviero. Al parecer, en sus andanzas se había quebrantado su salud y sufrió una aguda neurastenia, que lo impulsó al suicidio, en 1887 en Verona.
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Fuente: Revista Argentina Austral  Nº 363 – Año 1962

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