ITALIANOS EN LA PATAGONIA - Por Juan del Sur (Nota III)

Prosiguiendo con las referencias sobre italianos que fijaron las huellas de su acción en 'las páginas de la historia austral, pasaremos rápida mirada por la biografía y actividad valorativa de tres figuras sobresalientes. Una de ellas vincula su nombre y su martirio a la dorada leyenda de la Ciudad Encantada; otra se incorpora y actúa en nuestro sur desde la hora culminante de la conquista definitiva del desierto, que él transforma en cálida y humana conquista espiritual; y la tercera, porque contribuyó al mejor conocimiento de las extremas y accidentadas regiones australes. Italianos los tres, que trajeron a nuestra Patagonia la fe y el fervor apasionado que es peculiar en los hijos del la bella Italia. 

Nicolás Mascardi 

No es fácil substraerse a la magia de -las leyendas encantadas, sobre todo teniendo enfrente las elevadas cimas de la cordillera andina y todo el influjo que emana de un panorama de ensueño y fantasía. 

Es lo que sucedió al rector del Monasterio de Castro Nicolás Mascardi, de la orden de San Ignacio de Loyola. Hasta sus oídos estuvieron llegando y llegando noticias obsesionantes sobre una ciudad de embrujo, donde náufragos y desertores de las naves españolas llevaban una vida regalada. 

Cuéntase que en una expedición armada a este lado de la Cordillera, el capitán Diego de Villarroel llevó a Chile muchos cautivos. Mascardi se interesó por ellos, entrando en contacto con la india Huenguelé, que sería esposa de un bravo cacique pehuenche. Esta, agradecida por los auxilios y consuelos que a los suyos prodigaba el sacerdote, le proporcionó informes subyugantes sobre la Ciudad de los Césares. 

Mascardi habría realizado un primer viaje a este lado de la Cordillera en 1665, penetrando por un boquete situado hacia el paralelo 46, pero esta información ha sido puesta en duda. En cambio, los historiadores sostienen que alucinado por la idea de conquistar para la fe a los habitantes de la ciudad que la leyenda ubicaba en un abra de la Cordillera, realizó varios viajes, alcanzó las márgenes del Nahuel Huapi y en sucesivas exploraciones por el país alcanzó la costa atlántica. Habría sido, por lo tanto, el primer blanco que hizo el viaje por tierra entre ambos océanos. 

En 1670 instaló una misión junto al lago Nahuel Huapi, y obtuvo mucho ascendiente sobre los indios, hasta que el cacique Antullanca, viendo peligrar su poder sobre las tribus poyuches le dio muerte en 1673, tragedia que se repetiría años después con otros sacerdotes que pretendieron restaurar la misión en la región de los lagos argentinos. 

Nicolás Mascardi era romano, pero hijo de padres genoveses de noble estirpe. Nació el 30 de septiembre de 1625. Un tío suyo, que era cardenal, lo apartó desde pequeño de las diversiones y vicios de la juventud, reservándalo para servir a la Religión. Siendo niño ingresó a la Compañía de Jesús, y a los 13 años de edad comenzó su noviciado en el Colegio San Andrés, en Roma. 

A Chile llegó el Padre Mascardi en 1651 y dijo su primera misa en América en diciembre de 1652. Un año después fue destinado a la misión de Buena Esperanza; familiarizó con los indios y aprendió su lengua, llegando a dominarla plenamente. Luego estuvo en las misiones de Chillán, Concepción y por último en Chiloé. Aquí sería poseído por el espejismo de la Ciudad Encantada, que lo llevaría al martirio y la inmortalidad. 

Su nombre vive en la transparencia de un lago maravilloso, bordeado de alto y tupido bosque, donde el sol, jugando sus luces sobre las laderas acolchadas, colora las aguas del Mascardi con toda la gama del verde. 


José Fagnano 

En la conquista de la Patagonia se han escrito muchas páginas de abnegación y sacrificio, pero sin desmedro de otras cabe distinguir la obra silenciosa, tenaz y perseverante de los salesianos, que no solamente llevaron al desierto de 1875 un soplo espiritual, sino que desde aquella escena primaria hasta hoy han desarrollado una tarea inmensa, sentando las bases de una solidaridad efectiva y pródiga en aspectos sociales, educativos y humanos. 

Don Bosco, inspirado por sueños proféticos, envió a la Patagonia a una pléyade de misioneros armados con todos los atributos de la fe, la caridad, la cultura, la guapeza física, el carácter firme, para cumplir una alta cruzada civilizadora. Muchos de sus nombres han quedado grabados para siempre en las páginas más honrosas de la historia austral, y con pronunciado relieve el de José Fagnano, italiano como la mayoría de los misioneros que entraron a la Patagonia en el siglo pasado y constructor fervoroso en lo material y espiritual. 

José Fagnano

Esta figura ejemplar cuya obra fue ampliamente considerada por ARGENTINA AUSTRAL en una edición especial (Nº 160, de donde extraemos esta información biográfica), había nacido en el Piamonte, en un pueblecito llamado Rochetta Tanaro, el 9 de marzo de 1844. Vivió 72 años, de los que medio siglo los dedicó al sacerdocio con admirable comprensión de la hora y del medio en que le tocó esparcir la fe. Falleció el 18 de septiembre de 1816 y sus restos se hallan depositados en un artístico sepulcro en la iglesia matriz de la ciudad de Punta Arenas, que fue escenario principal de sus importantes realizaciones. 

Fagnano tomó contacto con la Patagonia en 1879, al ser puesto en posesión de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, en la localidad de Patagones, que junto con Viedma, que emergía su caserío en la orilla opuesta del río Negro, y Rawson en Chubut, eran las únicas poblaciones existentes en una extensión de un millón de kilómetros cuadrados que comprende la Patagonia. 

Hombre ejecutivo y con ideas claras y metas precisas, no demoró en poner manos a la obra. A los cien días de su llegada fundaba el Colegio San José, para varones, y el María Auxiliadora, para niñas; misionó por las tolderías y llegó hasta el gran lago Nahuel Huapi, siendo el primer sacerdote que lo hiciera desde el lado del Atlántico. Otras fundaciones suyas fueron el Observatorio Meteorológico en Patagones y el colegio San Francisco de Sales y de María Auxiliadora, ambos en Viedma. 

Nombrado Prefecto Apostólico de Santa Cruz, Tierra del Fuego, Magallanes y las Islas Malvinas, fue a residir en Punta Arenas; practicó exploraciones por Tierra del Fuego y muchas islas; fundó en Río Grande la Misión de la Candelaria; y aquí y allá, escuelas, talleres y otras instalaciones para industrializar maderas, lanas, cueros, erigió templos, estableció otro observatorio meteorológico, esta vez en Punta Arenas, que aún sigue siendo un alto exponente de eficiencia; organizó un museo regional patagónico; tuvo la preocupación permanente de proteger a los aborígenes, que lo llamaban "Capitán Bueno". 

Tan diversa y sobresaliente fue la actividad constructora de Fagnano que solamente un volumen, como el que le dedicó esta revista, puede reflejarla. Nosotros solamente hicimos menciones a grandes trazos como recordación de otro italiano insigne, cuyo nombre lleva un gran lago fueguino y está en muchas calles de los pueblos del sur. 


Alberto M. De Agostini 

Provoca asombro y admiración enterarse (Anales de la Academia Argentina de Geografia Nº 4) que no menos de cincuenta topónimos ya oficializados por los gobiernos de Argentina y Chile, y muchos más aún no reconocidos, débense a la actuación exploratoria y geográfica del misionero salesiano Alberto M. de Agostini, primero en explorar científicamente la Tierra del Fuego y primero en posar su planta en muchos lugares de nuestro extremo austral, desde el norte del Neuquén hasta el archipiélago fueguino. 

Admirable ha sido en su doble actividad de misionero de la fe y cruzado de la ciencia, ya que todas sus exploraciones fueron inspiradas por un claro afán científico. Mucho de lo que hoy sabemos sobre el glaciarismo austral a él se lo debemos, y también fue encomiable su aporte cartográfico y divulgación de conocimientos sobre fauna y flora de las regiones menos accesibles de nuestra Patagonia y de la zona magallánica. 

Es, por muchas razones y merecimientos, otro de los preclaros hijos del Lacio que ha asociado su nombre al de la Patagonia, nombre que ha quedado junto al de los más intrépidos exploradores ele nuestro pasado que procedieron de aquella Nación. 

Había nacido en el pueblecito alpino de Pollone, en el año 1883, exactamente el día 2 de noviembre. Desde que abrió los ojos a la vida tuvo enfrente la montaña, con todo su encanto y su misterio, y a ella se aficionó desde temprano. Sus estudios no le aminoraron las inclinaciones a trepar por las más accidentadas laderas, sino, por el contrario, lo entusiasmaron con la disciplina geográfica, dándole alas para empecinarse en recorrer todas las alturas que pudiera alcanzar su planta. 

Ordenado sacerdote en 1909, en la Congregación Salesiana, fue alentado en su vocación, y poco tiempo después -en 1010- tomaba contacto con nuestra Tierra del Fuego. Volvería a ese territorio una y otra vez, hasta conocerlo como la palma de la mano. No quedó monte, lago, río, valle, que no explorara. Por eso tantos accidentes geográficos fueguinos llevan nombres que él les impuso. 

Cumplida totalmente la exploración fueguina, recorrió con la misma disciplina y creciente intrepidez, toda la cordillera austral, desde el norte del Neuquén. Las más altas cumbres fueron vencidas; así el Lanín, el San Lorenzo, el San Valentín, el Olivia, el Sarmiento, y cien más_ De todas sus exploraciones y atrevidas ascensiones, extrajo copioso material, con el que contribuyó a perfeccionar la cartografía de las regiones visitadas, y proporcionó detalles geofísicos y referencias sobre botánica y etnografía.

Dotado de un exquisito temperamento artístico, había sabido identificarse con su máquina fotográfica, realizando tomas que representan la más amplia y completa colección fotográfica de las regiones lacustres patagonica, fueguina y magallánica. Sus fotos, unidas a sus libros en los que relata con amenidad, son fuentes de consulta, orientación y recreamiento. 


El paso de este ilustre italiano y misionero salesiano por la Patagonia y Tierra del Fuego, un paso que se prolongó en exploraciones durante cuarenta y cinco años, ha quedado signado, como decimos al comienzo, con la infinidad de nombres que impuso a cerros, lagos, fiordos, ríos, como veremos por la siguiente nómina, ya oficializada, correspondiente a la Tierra del Fuego, argentina y chilena: 


Alvear, sierra, monte y lago, por Marcelo T. de Alvear. 
Aosta, monte y glaciar, por la ciudad italiana de Aosta. Beauvoir, sierra, por el misionero salesiano José P. Bauvoir. 
Biella, monte, por una población italiana así llamada en ]a que siendo niño tuvo residencia el Padre de Agostini. 
Bove, monte y glaciar, por el explorador Giácomo Bove.
Carbajal, monte y valle, por el sacerdote, misionero y escritor, Lino del Valle Carbajal. 
Contralmimnte Cuevas, fiordo y glaciar. Por el marino chileno Arturo Cuevas. 
Contralmirante Martínez, fiordo, por el marino chileno J. Martínez. 
Conway, monte, por Guillermo M. Conway, que intentó escalar el monte Sarmiento. 
Cuerno Negro, monte. No se conoce la razón de esta denominación, suponiéndose que ha de ser por su color y forma. 
Dalla Vedoya, monte y glaciar. Por el geógrafo italiano José Dalla Vedoya. 
De Agostini, fiordo, para honrar este apellido, que es ilustre en la impresión de obras geográficas en Italia. 
De Gasperi, lago y valle. Por Juan E. de Gásperi. 
Giordano, monte. Por el geólogo italiano Félix Giordano. 
Lovisato, monte, glaciar y valle, por el geólogo Domingo Lovisato. 
Luis de Saboya, monte y glaciar, por Luis M. de Saboya. 
Marinelli, glaciar, por el geólogo italiano Juan ;Marinelli. 
Navarro, cordón. Por el médico Lautaro Aravia Navarro. 
Negri, fiordo y glaciar. Por el geógrafo italiano Cristóbal Negri. 
Pigafetta, ensenada. Por Antonio Pigaffetta, relator del viaje magallánico. 
Roncagli, monte y glaciar. Por el marino italiano Juan Roncagli. 
Sella, monte y cadena. Por el político italiano Quintin Sella. 
Schiapparelli, glaciar y monte. Por el astrónomo italiano Juan Schiapparelli. 
Spegazzini, lago. Por el botánico italiano Carlos Spegazzini. 
Stoppani, glaciar y monte. Por el geólogo Antonio Stoppani. 
Tonelli, monte. Por e; salesiano y etnólogo Antonio Tonelli. 
Tristeza, seno. Por la sensación que trasciende de este lugar. 
Vinciguerra, monte. Por el zoólogo italiano Decio Vinciguerra. 

En la región patagónica austral, impuso los siguientes nombres: 

Aguilera., monte. Por el Vicario Apostólico de Magallanes, monseñor Abraham Aguilera. 
Malaspina, monte. Por el célebre almirante Alejandro Malaspina. 
Onelli, monte, ventisquero, lago y bahía. Por el famoso explorador y naturalista Clemente Onelli. 
Spegazzini, monte, ventisquero y fiordo. Por el botánico Carlos S. Spegazzini. 

Sobre la vertiente del Pacífico los siguientes: 

Cagliero, monte. Por monseñor Juan Cagliero. 
Don Bosco, monte. Por San Juan Bosco. 
Italia, altiplano. Homenaje a su patria. 
Marconi, glaciar, cadena y monte. Por Guillermo Marconi. 
Mascarello, cordón y río. Por el marino argentino de origen italiano, José M. Mascarello. 
Milanesio, monte. Por el salesiano Domingo Milanesio. 
0rtúzar, monte. Por el sacerdote Camilo Ortúzar. 
Pier Giorgio, monte. Por Pier Giorgio Frassati. 
Torino, monte. Por la ciudad italiana de igual nombre. 
Vespignani, monte. Por el sacerdote salesiano José Vespignani.
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Fuente: Revista Argentina Austral  Nº 362  – Año 196



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